En “Martyrs” (2008) no hay escenas violentas gratuitas. El célebre despellejamiento de un personaje es una escena que marca por su duro trasfondo místico. El director francés Pascal Laugier logra que las muertes representadas en este filme te obliguen a cuestionar tu existencia.
Dentro del género horror y gore los asesinatos son el pan nuestro de cada día. La muerte es el mayor miedo de los seres humanos pero a la vez es tan fascinante que nos gusta recrearla y jugar con ella. Mientras más perversa mejor y el reto es realmente impactar al público que no se inmuta ante una masacre pero protesta si patean un borreguito.
En “Imprint” (2006) de Takashi Miike, hay cinco minutos de tortura a una pobre muchacha. Sólo cinco pero probablemente a ti, como espectador, te parezcan como 5 años si es que puedes mantener la vista en la pantalla. Gracias a un majestuoso primer plano se observa la aguja clavándose en un dedo para enseguida escuchar el crujimiento de la uña.
“Rojo profundo” (1975) es una de las mejores películas giallo por todos los elementos que combina pero es la muerte de una vidente la que define el tono del filme. Ella sabía que moriría e intentó evitarlo pero no pudo: semidesnuda terminó sus días degollada con los cristales de una ventana rota. El espectador siente la necesidad de ayudarla y- el director Dario Argento lo planeó muy bien- y lo único que sus ojos reciben es sangre roja profunda.
La tercera parte de “Viernes 13” (1982) legó al mundo un asesinato fílmico bastante risible pero no por eso menos impactante. El antipático novio de la protagonista recibe un apretón de cabeza de Jason Voorhes tan fuerte que sus ojos abandonas las órbitas y se ve bien chistoso gracias a la “innovadora” tecnología de 3D de los ochenta.
La muerte de Hutch en “El bebé de Rosemary” (1968) ni siquiera aparece en pantalla pero la sugerencia de la razón de su deceso es más que suficiente porque sabemos que estamos tratando con un mal incontrolable. Sólo se necesitó el guante del personaje para provocarle un ataque del que jamás despertamos.
La partida al otro mundo de Verónica en “Veneno para las hadas” (1984) tiene un toque extra de crueldad porque estamos hablando de niños. A pesar de la sutileza de Carlos Enrique Taboada la muerte que le provocó Flavia-quemada en una casita de árbol- no es algo que queramos aceptar que es posible.
Y hablando de pequeñines merece mención especial “¿Quién puede matar a un niño?” (1976) en la que chamaquines de rostro angelical disfrutan de torturar y asesinar a los adultos. Sus risas inocentes son la música ambiental , muy escalofriante.
Y así vemos que el verdadero horror no es tanto la sangre y las vísceras sino los crueles motivos detrás de cada muerte porque esos son más reales. ¿O no?
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