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Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia: el absurdo

 

Dos sujetos con aspecto fantasmagórico van por la ciudad tratando de vender objetos que ocasionen alegrías en las personas. Personas que mueren en medio de situaciones en apariencia absurdas pero que son más cotidianas que cepillarse los dientes. Una pareja que insistentemente dice a otros que les alegra saber que están bien. Así es el día a día ridículo y de siempre de “Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia”.

Roy Andersson concluye con este filme su trilogía sobre la existencia del ser humano y para el cierre elige el absurdo, con una estructura rígida y poco cómoda que embona sin problemas con una atmósfera mortecina que nos da a entender que los vivos están más muertos que los difuntos.

Desde el título entendemos que el filme es una broma, un chascarrillo muy serio, pues sin consideraciones se propone a exhibir el ridículo de la vida del ser humano y como ejemplo ocupa a un pájaro disecado expuesto en un museo. El ave que se propone “reflexionar” no tiene nada qué pensar pues simplemente está, sin un propósito, sólo ocupa espacio.

Andersson propone entonces, a modo de viñetas, un ir y venir de situaciones en donde alguien muere en el momento menos pensado y de la forma menos trágica, si es que morir no es suficientemente aciago para los cercanos y quienes aprecian al que se va.

Pero para “Una paloma se posó…” la forma es el fondo. Cada secuencia queda registrada con una cámara estática, sin movimiento, floja, pero en todas prevalece un disimulado punto de fuga: ese punto de visión es el ser humano, incapaz de moverse, feliz en su rutina, satisfecho con sus días de siempre y un pequeño reducto que representa el escape, ese que ninguno de los personajes se atreve a tomar y que les llega por la fuerza, cuando toca el turno de fenecer.

Y pueden haber existencias fuera de lo normal, no por ello extraordinarias y donde el absurdo es más marcado, como aquel rey que decide ir a un bar para tomar agua mineral y sucumbir a la postre ante sus sueños de grandeza.

Anderson ocupa colores pálidos y personajes lentos y torpes para presentar una comedia bastante pesimista sobre los motivos que nos tienen respirando, donde “el estar bien” es seguir con las mismas actividades de siempre.

En algún momento, el filme se vuelve tedioso, cansado. Tenía que ser de ese modo. Es igual a vivir, el aburrimiento llega, es inevitable. La película actúa con malicia, no quiere sorprender o hacernos sentir felices, llorosos o aterrorizados al momento, sino esperar a que los días pasen después de abandonar la sala, volver a la cotidianeidad y recordar que en cierto punto, vivamos la más fascinante de las aventuras o no, nuestra existencia tiene que acabar.

Y todo es un chiste, una gran broma inventada por alguien, no sabemos quién, algunos dicen comprenderlo, a otros les da igual. El director presenta espacios decadentes que parecen más un hospital psiquiátrico que un hogar, protagonistas que actúan como payasos con rostros enjutos y artículos de entrenamiento gastados que no hacen gracia a nadie. Es la vida, que se revela como un ciclo, como un disparate: respire ahora, desaparezca mañana. Aproveche, es el momento, dele choques eléctricos a los monos mientras se acongoja por los problemas diarios, mañana ya no habrá oportunidad.

En duva satt på en gren och funderade på tillvaron (2014)

Dirección y guión: Roy Andersson.
Protagonistas: Holger Andersson, Nils Westblom, Charlotta Larsson, Viktor Gyllenberg.
Edición: Alexandra Strauss.
Fotografía: István Borbás, Gergely Pálos.

Texto publicado en Azteca Noticias.

 

Juárez Góngora

Es orgullosamente yucateco. Egresado de la licenciatura en Periodismo en un colegio de la tierra del panucho y el salbut. Le dio por conocer varias zonas del país hasta que se avecindó en la Ciudad de México, donde se dedica a hacer textos para el mundo del internet. Amante de la literatura, melómano, pero primordialmente cinéfilo, de niño repasó películas en formato Betacam una y otra vez, hasta que finalmente, un buen día, fue al cine y de ahí no pudo salir.

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