La cultura pop, textos de Shakespeare y la reivindicación de un actor con su parte femenina son los elementos que conforman “The Shakespearean Tour“, un espectáculo de cabaret que se burla de las etiquetas y sus promotores, a la vez que ofrece una divertida crítica de la cultura machista que privilegia los “bandos” por encima de las personas.
Con atrevida soltura, Mariano Ruiz va “desnudándose” en prendas y alma para denunciar el acoso que vivió durante su proceso de aceptación como homosexual.
Al tiempo que se deshace de vestimentas y vestuario, va abandonando prejuicios para convertirse en lo que siempre quiso ser, y para tal fin recurre al dramaturgo inglés más famoso de la historia: William Shakespeare.
Así, la obra expone prácticas de los tiempos isabelinos para acentuar la discriminación y segregación que padece la comunidad LGBTTTTI hoy día.
Aunque presenciamos un suculento “banquete” de tres tiempos venido a desmadre escénico (no por lo revuelto, sino por el pitorreo evidente de las instituciones) el espectáculo drag es mucho más serio de lo que aparenta, porque abundan las risas, las interacciones y las improvisaciones, pero la historia del chico confundido que sufre porque la sociedad le obliga a definirse únicamente por dos vertientes, es un horror de todos los días en gran parte del país.
Por eso aplaudimos el desparpajo con el que “The Shakespearean Tour” toma a las llamadas divas poperas de la actualidad y los 90 para convertirlas en bandera de la comunidad, aún cuando ni Lady Gaga, Britney Spears y demás cantantes hayan desarrollado sus carreras pensando en convertirse en íconos gay.
No es una pieza de alta intelectualidad, tampoco es un compendió de textos sheksperianos utilizados con elegancia. Aunque, seamos honestos, el bardo de Avón tampoco hacía piezas para romperse la cabeza por dilemas filosóficos.
Sin embargo, los amantes “duros” de las puestas en escena del británico se van a decepcionar, pues Shakespeare es un pretexto. Los fragmentos de su obra sirven como introducción para las reinvenciones que realizan Ruiz y su equipo a fin de saturar el escenario de clichés sobre la homosexualidad y los heteros para transformarse a ratos en una parodia, una que persigue con descaro retratar la caricatura en la que sea ha convertido la cerrazón contra la comunidad LGBTTTI.
Se convierte entonces en una pieza de visionado obligado en aras de una plurarlidad y el entendimiento de que la rigidez de los géneros se rebasa, siempre, cuando hablamos de los gustos, sentimientos y preferencias de las personas. Porque si algo tiene este show cabaretero es unos deseos enormes de que dejemos de vernos como negros o blancos: la idea es reconocernos como una amplia gama de colores, fuera, dentro y más allá del arcoiris.
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