Ponle play
Beabadoobee – Fake It Flowers
El grunge no murió, sólo se transformó en algo más suavecito. La nacida en Filipinas así nos lo demuestra en un trabajo que tiene toda esa carga noventera con letras atropelladas pero que son tan honestas como una bofetada.
Más cercana al llamado pop punk que a los nombres más sobresalientes de la escena independiente de comienzos de los 90, esta mujer suena mejor sin palabras, pues sus lamentos son demasiado genéricos. Sin embargo, tiene todo el arrebato propio de una joven que se niega a seguir con la fórmula trazada hoy, aunque para eso recurra a lo que dejó enormes glorias ayer.
Pero es así como ha ocurrido siempre: la reinvención de un subgénero o su apropiación por parte de las nuevas generaciones requiere siempre de una llama que inicie el incendio. Eso es lo que entrega la también británica con estos reclamos, un trabajo que augura un brillante futuro. De momento funciona perfecto como máquina de hits.
Working Men’s Club – Working Men’s Club
Que la electrónica sea oscura no significa que no comulgue con las pistas de baile, sólo habría que definir dónde encontramos éstas. Es por eso que los británicos nos presentan el lado sombrío de esas ansias de dejar que el cuerpo se exprese ante tanto encierro y frustración.
El synthpop semiamargo de la agrupación combina el homenaje con el intento de hacer resurgir de entre las cenizas el modo en que la población trabajadora se permitía perderse en los hoyos funki de los 70, entre sonidos decadentes y la problemática obrera de siempre.
Así como el hombre trajeado también debe llegar a la barra para refrescarse y después dejarse envolver por los beats de una bodega con unas cuantas luces coquetas, así la banda construye un “templo” en el que todos son bienvenidos y cuya única condición es ir despojándose de malas vibras mientras melodías ácidas hacen lo suyo para que la purga funcione.
Hayley Williams – Petals For Armor
Sí, era vocalista de Paramore y afortunadamente su primer trabajo solista no suena nada a aquellos tiempos.
Se trata de otro de esos trabajos que funcionan para exorcizar demonios y al mismo tiempo tratar de definir un sonido que suene a liberación y no a reclamo. Es por eso que escuchamos un disco confuso y fragmentado, porque la idea es reflejar un estado de ánimo tras una separación tortuosa que dejó una profunda depresión.
El trabajo se divide en tres “actos” que dan cuenta de un final demoledor y el momento de aliento en el que la autora se reconcilia con un futuro, en la vestimenta que sea, porvenir al final de cuentas. Y es tan poderosa la forma en que vuelve que se arriesga con composiciones propias del R&B sin dejar de lado que puede entregarnos coros altamente pegajosos, como en sus más conocidos cantos pop, cuando era una joven y los desamores no eran trágicos.
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