Ponle Play
The Weeknd – After Hours
El señor Tesfaye ha decidido convertirse en uno de esos seres exóticos que vagan por la noche entre fiestas, bares, luces y excesos. Y en ese conjunto aparece una mezcla variopinta de personajes a quienes está dispuesto a darles voz en su nuevo disco, donde sigue “sufriendo” porque emocionalmente no logra conectar con la gente como quisiera. Aunque su música sí lo logra en un nivel muy básico.
Y es que pese a que exhibe una amplia variedad de guiños musicales que a ratos parecen no cohesionar de ningún modo, la realidad es que hay en este intento unas ganas fidedignas de presentarnos las diferentes caras de un alma atormentada porque no sabe cómo expresarse para ser comprendida.
No puede faltar la alta dosis de drama que ha acompañado desde siempre a este hombre que en esta ocasión decide no tomarse a sí mismo tan en serio. Esta postura le permite extenderse en formatos y experimentación, aunque ésta última sea contenida, pero lo suficientemente audible para pensar en una atractiva máquina de power hits.
Childish Gambino – 3.15.20
Que apareciera en el momento apropiado no significa que rebose en calidad. Pero el señor Glover sigue demostrando que si algo tiene muy bien afinado es el timming.
Ahora que la pandemia del coronavirus nos orilla a reforzar nuestra dependencia tecnológica, la crítica del también actor a este romance enfermizo que tenemos con los chips y microprocesadores es pertinente.
Nunca sido un creador complaciente, es por eso que no hay un tema que aparezca de forma clara como el que abanderará esta denuncia, salvo “Time”, lo más comercial de esta entrega.
El funky cibernético que aquí ofrece tiene una línea musical increíblemente atractiva, pero no funciona igual en lo lírico. Aún así, discos como éste son los que piden nuestra atención completa para no dejarnos seducir por cualquier armonía que “suene bien”.
Triángulo de Amor Bizarro – Triángulo de Amor Bizarro
Si no fuera por los sintetizadores difícilmente podríamos hablar de un punto de unión entre las piezas que conforman el disco homónimo de estos gallegos.
Y aunque sacrificaron unidad, no perdieron poder. Cada pieza por sí misma, sin importar que no comulgue en ritmos y armonías con la que sigue, es una ráfaga de golpes al cerebro: encantan y producen una sensación de satisfacción con sus letras directas, desencarnadas y en ciertos momentos dulces.
Se escucha que dejaron salir todo su lado ochentero, pero a diferencia de las cursilerías que caracterizaron a la música en español en esa década, han optado por que las guitarras ásperas y las percusiones frenéticas envuelvan frases llenas de melancolía.
El disco trae de todo y en ningún momento la agrupación pierde su vocación pop. El nombre del álbum no pudo ser más apropiado, pues la banda podrá intentar ritmos afrocubanos, shoegaze, post punk y seguirán siendo fieles representantes de la independencia que tanto pedía España. Y el trígono no está dispuesto a perderla.
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