Ponle play
Dua Lipa – Future Nostalgia
El viaje retro que propone la también modelo británica es extraño, su mezcla de referentes de los 80 y 90 bien vale la pena su revisión, aunque por momentos parece querer decirnos más y simplemente se queda a medias.
Es así porque el intercalado de temas parece no tener sentido, es más, se antoja como un mero propósito por ir de una década a otra, volver y repetir el ejercicio. Eso no le resta brillo y mucho menos colorido al intento de colocarnos en un presente que luce deslavado ante la fuerza festiva de las décadas mencionadas.
La nueva Dua Lipa, la que ahora aparece como una mujer fatal dispuesta a dominar las pistas de baile y a cualquiera que se cruce en su camino presume buenas “armas”, pero no son suficientes para despeinar a las divas del pop actuales. Al menos la propuesta da para divertirse por horas.
Pearl Jam – Giganton
Con sus primeros cortes promocionales pensamos que veríamos a un Pearl Jam renovado que le tiraba al recuerdo. No a la vuelta personal al pasado, como acostumbran muchas viejas glorias, sino a un encuentro con los sonidos que los influenciaron y que dejaron salir tras su romance inicial con el grunge. Lamentablemente, caen en la trampa que parce se ha vuelto sello de la casa: empiezan muy fuerte y hacia el final del disco, no pasa nada.
Después de varios intentos, pareciera que la banda no está dispuesta a ir más allá, es decir, aparecen una o dos sorpresas por álbum, incluyen estos tracks donde muestran su enorme poder y virtuosismo para los sonidos ásperos, pero no hay más. La crítica medioambiental es ruda, pertinente, pero cuando pensamos que no tienen nada que perder y que pueden dar un salto al vacío para enfrentar nuevos retos, no ocurre.
A diferencia de otros trabajos que carecen de cohesión, los de Seattle transitan entre estilos y modos musicales con el propósito de alzar la voz ante lo que ocurre ahí afuera, en un mundo que sangra y que en su intento por sanar ahora nos tiene confinados.
The Strokes – The New Abnormal
Es curioso, pero la banda nunca ha sido de las que te rompen la cabeza con letras rebuscadas o sonidos progresistas de compleja estructura. Pero por alguna razón, su nuevo trabajo es el más difícil de descifrar. Y es que si algo caracteriza a The Strokes es que suelen decir más con el armado melódico con la lírica.
Lo que es innegable es que el estilo original de la banda está de regreso: los fuzz están ahí, también los riffs, ahora no tan alocados, pero justos, y una potente carga de sintetizadores que dan a todo el álbum una atmósfera futurista fantástica.
¿Cuál es el “pero”, entonces? La sexta placa de estudio de los neoyorkinos es que el disco debe de escucharse repetidas veces para encontrar los detalles que lo hacen diferente a sus anteriores producciones. ¿Es una muestra de madurez? No lo creo. Es muy probablemente las ganas de vender algo más de lo que ofrecen, y eso no es necesario para una agrupación que en sus primeros trabajos siempre se caracterizó por su contundencia.
Sin embargo, este reencuentro amigable de sus partes se escucha y le hace bien a una banda que hace varios años perdió su salvajismo. Aquí no lo reencuentran, pero al menos tienen una idea de cómo entenderse de nuevo para enfrentar una nueva etapa.
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