"Madres e hijos" y el dolor que se guarda por años

“Madres e hijos” y el dolor que se guarda por años

Dicen que pocas cosas duelen tanto como perder a un hijo. Entonces, ha de ser peor pensar en él como esa persona a la que no se volverá a ver nunca más y con quien no se pudo compartir lo suficiente por prejuicios, estigmas e incomprensión.

De eso va “Madres e hijos”, un obra llena de dolor en la que Diana Bracho interpreta a Betty Gerard, una viuda adinerada que decide visitar a, Chris, la expareja de su hijo André, quien murió años atrás debido al SIDA.

La obra transcurre en tiempo real y en nos bastan esos minutos para entender que los principales reproches y recriminaciones de Betty no son en contra de la expareja de su hijo, el ahora esposo de Chris o el mismo André, sino contra ella misma.

Pero este personaje doliente v más allá, porque personifica a una sociedad que no supo cómo responder cuando la enfermedad comenzó a cobrar en masa la vida de tantas personas.

Su intento por generar empatía es delicado y sufrido. Hacia el cierre de la obra es imposible no sentirse conmovido cuando Betty enfrenta ese golpe de realidad al escucharse a sí misma lanzando argumentos estériles y pretextos para justificar que no supo comprender a su hijo.

“Madres e hijos” es un trabajo sobre el duelo, sobre hallar el perdón, de reconocer el daño que nos hacemos cuando no estamos dispuestos a aceptar la realidad de los otros y cuan tarde puede ser si no sabemos corregir comportamientos a tiempo.

El delicado texto de Terrence McNally no señala villanos o culpables, sino que expone responsabilidades, consecuencias ante las decisiones tomas y expone el origen de nuestros pensamientos más obtusos.

“Madres e hijos” se presentará en el Teatro Milán hasta el 30 de junio los días viernes, sábado y domingo.

**Fotos: Juárez Góngora

Juárez Góngora

Es orgullosamente yucateco. Egresado de la licenciatura en Periodismo en un colegio de la tierra del panucho y el salbut. Le dio por conocer varias zonas del país hasta que se avecindó en la Ciudad de México, donde se dedica a hacer textos para el mundo del internet. Amante de la literatura, melómano, pero primordialmente cinéfilo, de niño repasó películas en formato Betacam una y otra vez, hasta que finalmente, un buen día, fue al cine y de ahí no pudo salir.

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