La La Land: El pegajoso canto de amor por Hollywood

 

La pasión nos define. Eso que nos cautiva, nos emociona, nos hace gritar de alegría o ponernos como demonios por el coraje. Es de lo que da sentido a aquello que nos pone tristes o moldea nuestra propia visión de la realidad. Damien Chazelle tiene muy claras dos de sus grandes pasiones y las coloca como protagonistas en “La La Land“: los musicales y el jazz.

Dos jóvenes se encuentran inmersos en la dinámica de fiestas, lujos, brillo y muchas decepciones de ese lugar, tan lapidado para a la vez celebrado, que se encuentra en ese distrito de Los Ángeles, California: Hollywood. Y ahí tratarán de alcanzar el éxito profesional como actriz y músico sin que la exigencia de L.A. los devore.

En concreto, “La La Land” es una historia cualquiera, que narra el éxito y el fracaso de todos en algún momento de nuestra vida. No hay nada espectacular, no somos astronautas que iremos al espacio, ni combatiremos alienígenas para que la humanidad prevalezca. No, el filme no se trata del contenido, sino de lo que se ve. Pero ahí está el gran truco de Chazelle: ese aparente vacío lo es todo.

 

“La La Land” es una suerte de homenaje, trivia e intento de revivir un género que ha muerto. Si bien, uno que otro musical aparece por ahí como ociosidad, experimento o inercia por algún tema o trabajo de moda en Broadway, a Hollywood ya no le interesa. Desde “Chicago” (2002) no ha aparecido un gran musical que intente revitalizarlo desde su base (hablando estrictamente de productos estadounidenses). Y Chazelle compara este falta de nuevos productos con lo que ocurre con el jazz de ahora, tan lleno de excentricidades y con poca cercanía con sus orígenes.

Y es de esas películas tramposas porque todo aquel que disfrutó de los musicales de antaño la va adorar. Porque hay tal cantidad de referencias como las que los amantes del cómic buscan en cada película de superhéroes, porque esos colores intensos y las ganas de cantar por cualquier motivo no están ahí como ornato. “La La Land” es la forma en que el cineasta nos dice: esto me apasiona, por esto soy realizador. Y pretende contagiarlo y lo hace muy bien.

Y, así como hizo con su anterior trabajo, “Whiplash” (2014), su película parece una pieza de jazz: se ciñe a la estructura tradicional de los musicales de los 40 y 50, con todo el rigor de las producciones de antaño en cuanto a desplazamientos de cámara, los colores saturados y una pareja con una química a prueba de todo. Pero el discurso no se dirige a los que crecimos con eso; va directo a los ojos de las nuevas generaciones.

Porque habla de sus problemas, de la falta de oportunidades laborales, de los amores que duran unas tantas estaciones, de la soledad en un mundo de fiestas y convivencias, de los sueños. Porque es un filme para los nuevos soñadores, aunque en algún momento los protagonistas tendrán que decidir si hacen lo necesario por alcanzar lo que buscan aunque al final pierdan algo o mucho en el camino.

No es que los no “millenials” hayamos dejado de soñar, pero ya estamos en el apartado de concretar y lo demás es añoranza.

Lo de Chazelle es notable en factura y demuestra un dominio total de la cámara, un ritmo adecuado y cuenta con el ojo fino para no cansar con todos los planos secuencia que conforman el filme. Y la parte floja es la historia. Insistimos: es la relación amorosa triunfal que se va al caño que vivimos todos, contada en un ambiente que no nos es común.

Altísimos valores de producción para una cinta que evoca de principio a fin los gustos del Hollywood de antes, incluyendo las tramas, esas donde no importaba de qué iba porque lo que querían ver era el show, el entretenimiento, el cine como fuga, lo que todavía se hace en esa meca del cine estadounidense. El fenómeno “La La Land” es muy similar al que desencadenó “El Artista” en 2011: no se trata de innovar, de ir más allá, del futuro… se trata de la nostalgia.

“La La Land” es precisamente lo que Hollywood fue hace tantos años con su star system y las producciones para sacarnos mil sonrisas mientras comemos palomitas. ¿Es Chazelle una mente perversa que diseño todo esto como crítica? No lo creo. Si así fuera es una muy tibia y discreta, porque la estructura parece centrarse más en el brillo, en lo armónico, en lo lindo de una cinta como ésta.

¿Va a ganar el Oscar como mejor película? ¡Pero claro! Porque sería Hollywood premiándose a sí mismo, a su creaciones de mundos inalcanzables, cantando y bailando mientras consumimos por montones el cine que nos ofrecen.

La combinación actoral es perfecta, los guiños a todas esas cintas, buenas o malas, que construyeron el legado de musicales de Hollywood están tanto en acciones como en ciertos fragmentos de la banda sonora, el filme corre con una fluidez prodigiosa, pero, si la colocamos en los tiempos que la gente se desvivía por ver el nuevo trabajo de Fred Astaire y Ginger Rogers, sería otra cinta más.

El cine lleno de vitalidad de Chazelle tiene para dar mejores momentos. “La La Land” es una historia de amor al cine de antes. Ese que seguía un formato que buscaba la diversión del espectador por encima de todo, sacrificando anécdotas o tramas que nos obligaran a pensar.

Ya Jack Haley Jr. lo contó con mejor fortuna en 1974 con “That’s Entertainment!”. Eso es Hollywood, esas miles de historias de éxito y fracaso en los rubros que suelen ser pilar de la existencia de todos nosotros: el amor y la profesión.

En el preciso final de la cinta, Chazelle es amable y nos deja elegir: ¿qué valoras más? ¿realidad o fantasía? ¿Qué te genera una sonrisa? ¿El triunfo que pudiste lograr o el que tienes ahora? Claro que se pueden ambos, pero es el doble de trabajo y no todos están dispuestos a hacerlo. “La La Land” optó por un solo éxito: el de una puesta en escena espectacular que agrade a nuestros ojos y oídos. Sin importar nada más.

Se supone que así es el amor: la gran mayoría de las veces no nos deja ver todo el escenario, nos encanta lo que creemos es lo más importante. Hollywood se ama y “La La Land” lo demuestra.

La La Land (2016)

Dirección y guión: Damien Chazelle.
Reparto: Emma Stone, Ryan Gosling, J.K. Simmons.
Fotografía: Linus Sandgren.
Edición: Tom Cross.

 

*Texto publicado en Azteca Noticias.
*Imágenes tomadas del sitio oficial de “La La Land”.

Juárez Góngora

Es orgullosamente yucateco. Egresado de la licenciatura en Periodismo en un colegio de la tierra del panucho y el salbut. Le dio por conocer varias zonas del país hasta que se avecindó en la Ciudad de México, donde se dedica a hacer textos para el mundo del internet. Amante de la literatura, melómano, pero primordialmente cinéfilo, de niño repasó películas en formato Betacam una y otra vez, hasta que finalmente, un buen día, fue al cine y de ahí no pudo salir.

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