En la “¡Madre!” de dios padre: Aronofsky se regodea en la polémica

 

Ya insertado en el tema bíblico luego de su vilipendiada “Noe“, Darren Aronofsky decide humanizar al más terrenal de los dioses existentes de cualquier mitología y/o religión: el dios católico judío cristiano.

Pero ante tal tarea, es impensable salir sin rasguño ante los dogmas que permean en el imaginario colectivo mundial, por lo que la libre interpretación es necesaria, en esta ocasión llevada al extremo. Así, el cineasta vuelve a sus orígenes en donde transitaba por narraciones barrocas para involucrarnos en una historia donde los personajes tienen más emociones por mostrar que diálogos aclaratorios que decir.

Desprovisto ya de obligaciones comerciales, es como el niño rico con los juguetes caros ideales para hacer lo que le vengan en gana y delinea un filme excesivo que busca inquietar en todo momento, no agradar, aunado a que parte de un tema que históricamente ha causado escozor.

Es un filme que no se puede contar, es necesario su visionado para sumergirnos en lo que realmente significa hacer cine. Sin embargo, es el clásico ejemplo de una gran idea que se va al traste porque la ejecución es un (a propósito) desastre.

En el apartado técnico, el neoyorkino realiza una evolución magistral desde “el comienzo de los tiempos” hasta que el filme acaba, con una coloratura que va desde un lindo amanecer hasta las luminiscencias bañadas de ocre, donde sólo queda grises que retratan un cierre incendiario.

Brusca, polémica, sangrienta y cruda, “¡Madre!” se mete por caminos sinuosos llenos de alegorías y metáforas que hacia el final se vuelven evidentes, involucrando de lleno al espectador.

Se nos vendió como un filme de suspenso y terror. En el primero falla pero en el segundo acierta. ¿Cómo no aterrarnos ante la idea de un ser que decide crear para sentirse adorado sin importarle el destino de lo que dice amar? Claro que es terrorífico. No sólo, es angustiante pensar que uno debe estar a merced de tal capricho. Aronofsky desnuda por completo su visión de las deidades.

El filme se divide en dos momentos muy claros: los primeros escritos de “el poeta” (Javier Bardem) y la nueva obra, que comulga con el embarazo de “la inspiración” (Jennifer Lawrence). El primero es totalmente confuso pero el segundo avanza furiosamente hacia un desenlace funesto, anunciado sin complejos y sin establecer distancias, porque el autor busca eso, ponernos de frente el sentimiento humano de frustración aplastado ante la divinidad, de la forma más vívida posible.

La casa juega un papel fundamental. Ese hogar que la mujer pretende convertir en un paraíso late a cada nueva decepción de la protagonista. Sangra y sufre como quien entiende que no puede haber paz en ese lugar si el fin último es ser un espacio donde todos los tipos convergen, todas las voluntades y anhelos, desde los más puros hasta los más groseros.

“¡Madre!” es atrevida, es el proyecto “comercial” más arriesgado de Aronofsky y por lo mismo se entiende como una pieza aparte, no de entretenimiento, sino como forma de expresión. “El creador” presentado en la cinta es el opuesto al cineasta: uno busca la aceptación, el otro simplemente dar su visión particular sobre un tema medular, uno que enemista familias y pueblos por igual.

Al final, no se trata de si nos gusta o no, porque, como cualquier punto de vista, podemos coincidir o desdeñarlo. Lo que no podemos todos aquellos que hemos visto “¡Madre!” es permanecer indiferentes. Una nueva cinta de culto ha nacido, no por sus virtudes, sino por su facilidad para provocar. Y la facilidad con la que todo puede valer “¡Madre!” en segundos, desde el planeta, hasta la voluntad firme del ser humano por sobrevivir, e incluso el prestigio de un director que se la jugó y el tiempo dirá si la movida fue acertada o no. Yo creo que sí.

 

Mother! (2017)

Dirección y guión: Darren Aronofsky.
Reparto: Jennifer Lawrence, Javier Bardem, Ed Harris, Michelle Pfeiffer.
Fotografía: Matthew Libatique.
Edición: Andrew Weisblum.

Juárez Góngora

Es orgullosamente yucateco. Egresado de la licenciatura en Periodismo en un colegio de la tierra del panucho y el salbut. Le dio por conocer varias zonas del país hasta que se avecindó en la Ciudad de México, donde se dedica a hacer textos para el mundo del internet. Amante de la literatura, melómano, pero primordialmente cinéfilo, de niño repasó películas en formato Betacam una y otra vez, hasta que finalmente, un buen día, fue al cine y de ahí no pudo salir.

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