Dunkerque: el tic tac de la guerra

 

La guerra es estruendo, destrucción. Balas surcando por doquier y detonaciones que cobran vidas. Pero es sobre todo una lucha contra el tiempo. Los que están en el frente de batalla buscan cumplir sus milicianos encargos pero también tienen en mente en todo momento que el reloj no se detiene y a veces un segundo es la diferencia entre volver a casa o yacer tirado defendiendo cierta causa.

Christopher Nolan retoma uno de los pasajes de la Segunda Guerra Mundial más conocido por los británicos y lo lleva a pantalla para darle preponderancia al tiempo. Ese que conforme avanza va llenando de desesperación a quienes eligieron estar ahí y a los que no. Que segundo tras segundo va enfrentando a las tropas con su realidad: lo único seguro en esta vida es la muerte y puede llegarles en cualquier momento, desde cualquier flanco.

Por eso el cineasta establece de inicio que el horror se vivirá desde tres puntos: tierra, mar y aire. No hay espacio para ponerse a salvo. Y para mostrar el desmoronamiento moral de los soldados británicos no son necesarios los diálogos.

Los primeros 40 minutos de “Dunkerque” son gloriosos porque Nolan apela al lenguaje universal del terror. Para expresar miedo no importa el idioma. Es como el amor: se ve, se siente. Pero estos soldados están lejos de sentir cariño o afecto por la patria que los puso a luchar contra sus semejantes. Lo único que quieren es irse a casa.

La estrucura diseñada por Nolan es magnífica porque intenta hacer cine puro, donde el efecto visual es un soporte, pero lo de peso, lo verdaderamente importante es lo que se ve. Es un drama bélico pero está diseñada como si fuera un filme de terror. El tic tac constante de la banda sonora realizada por Hans Zimmer es de babear, porque cuando no es el sonido del reloj son violines que golpean violentos al compás de corazones que laten temerosos a punto de estallar de la angustia.

La experiencia es plena porque estamos ante una propuesta que busca emocionar y mantenernos en suspenso con el lenguaje de las cámaras, con el ir y venir de desplazamientos que dicen más de diez palabras juntas, porque el trabajo coral es apropiado y con mucha inteligencia Nolan coloca a los actores conocidos como pivotes, los elementos fuertes que irán desahogando toda la tensión acumulada hasta lograr que las historias se crucen.

Con este trabajo, Nolan inaugura la temporada de premios que se avecina, sobre todo por la capacidad técnica. Si bien la narración es estupenda de inicio, para cuando los discursos de resistencia y patriotismo llegan, salen sobrando, pues las heridas ocasionadas por la agonía son visibles y los muertos numerosos.

Fotografía y musicalización tendrán sus respectivas nominaciones, pues el trabajo es titánico, pero sobre todo, adecuado y con un sentido preciso de lo que quiere provocar en nosotros. La historia, por el contrario, no es “la historia”, sino una anécdota y por eso al cierre persiste una sensación de cotinuidad en algo que sabemos fue sólo un momento, como la vida misma: unos cuantos años, días, horas.

No hay un personaje central más que el horror, no hay voz más elocuente que el de las balas impactando a los soldados, no hay más discurso que el de mostrar que la guerra es un acto idiota ante el que nadie puede quedarse indiferente. Nolan consigue ponernos ahí, si no inmersos entre la sangre y la carnicería, sí en el espacio en donde vemos que por mucho que los gobiernos lancen vítores, el mar de lágrimas y penas alrededor de los caidos no lo remedia nada.

“Dunkerque” habla de cobardía y valentía por igual. Y habla también de Nolan, de un cineasta que va entendiendo que no es necesario tanto alboroto para contar las cosas. Al parecer, el cineasta que tendía a repetirse por sus estructuras rebuscadas va quedando atrás. Este filme da prueba de que este es el camino. Quizá no será su película más alabada, pero sí en donde el cine, por lo menos unos minutos, deja de ser puro entretenimiento para convertirse en arte.

 

Dunkirk (2017)

Dirección y guión: Christopher Nolan.
Reparto: Fionn Whitehead, Damien Bonnard, Mark Rylance, Tom Hardy, Kenneth Branagh, Cillian Murphy.
Fotografía: Hoyte van Hoytema.
Edición: Lee Smith

Juárez Góngora

Es orgullosamente yucateco. Egresado de la licenciatura en Periodismo en un colegio de la tierra del panucho y el salbut. Le dio por conocer varias zonas del país hasta que se avecindó en la Ciudad de México, donde se dedica a hacer textos para el mundo del internet. Amante de la literatura, melómano, pero primordialmente cinéfilo, de niño repasó películas en formato Betacam una y otra vez, hasta que finalmente, un buen día, fue al cine y de ahí no pudo salir.

Twitter 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Categorías