"Veinte años después, las brasas siguen vivas": ‘Quemar las naves’ conmueve a la Cineteca Chapultepec

"Veinte años después, las brasas siguen vivas": ‘Quemar las naves’ conmueve a la Cineteca Chapultepec

“Veinte años después, las brasas siguen vivas”: ‘Quemar las naves’ conmueve a la Cineteca Chapultepec

Hay películas que no envejecen: maduran con nosotros. El pasado viernes, en la Cineteca Chapultepec, Quemar las naves volvió a la pantalla grande y lo hizo como se regresa a un lugar que nunca dejó de arder. La sala no sólo estaba repleta de espectadores; había algo más que asistencia: un aire de reencuentro, una sensación de que muchos habían vuelto a mirar una parte de sí mismos que dejaron atrás hace veinte años.

Entre el público se veían discos de Julieta Venegas, ediciones especiales en DVD del filme, portadas gastadas por el tiempo; pequeños amuletos de una época que marcó a una generación y que dejó un hito en la historia del cine mexicano. No era nostalgia simple, sino cariño activo, vivo, y una expectación palpable entre quienes aún no conocían a cabalidad la historia. Quien llevaba un disco no era sólo fan de Julieta o de la cinta: era alguien que había nombrado su propio dolor —o su propio inicio— a través de esa música a la que hace años Julieta Venegas prestó interpretación y voz.

La presencia en la sala de Francisco Franco Alba, Claudette Maillé, parte del equipo creativo y la misma Julieta Venegas convirtió la función en una celebración íntima, festiva y emocionante. Antes de que las luces bajaran, Julieta habló con emoción verdadera: dijo que la película siempre le ha parecido una historia “muy personal”, una historia de reinvención contada con una honestidad luminosa y actuaciones que aún la conmueven. Su voz tembló un poco por el entusiasmo, no por nervios, sino por memoria.


Más tarde, al término de la función, Francisco Franco Alba recordó los días en que su ópera prima se escribió casi a contracorriente. Quería que la viera la juventud —chavos de trece años— y que encontraran ahí una verdad que, en su momento, era tabú. “Hoy lo hablamos con dignidad. En ese entonces, era un escándalo”, dijo. No era sólo un comentario técnico: era la constatación de cuánto ha cambiado el mundo… y cuánto sigue necesitando esta historia.

La cinta se proyectó entre risas suaves, murmullos de sorpresa y silencios que pesaban, como un relato de antaño que se desempolva y vuelve al tiempo presente. Hubo momentos en que el público reaccionó como si fuera la primera vez —aunque muchos ya podían anticipar las escenas—. Algo en la restauración, en la atmósfera o en la madurez colectiva hacía que la historia se sintiera nueva y actual.

Cuando aparecieron los créditos, nadie se movió. Los suspiros y respiraciones entusiastas atravesaban el ambiente, casi cortando el aire. Después llegó una ovación larga, honesta, que parecía agradecer no sólo la película, sino el permiso para volver a sentirla desde otro lugar. Algunos se limpiaron lágrimas con discreción; otros se quedaron mirando la pantalla apagada como si esperaran una respuesta que sólo el cine sabe dar.

Respaldada en su momento por la entonces gobernadora de Zacatecas, Amalia García, Quemar las naves no tardó en dejar huella en la escena cinematográfica nacional. La cinta obtuvo dos reconocimientos que consolidaron su impacto: el Ariel de Oro para Irene Azuela como Mejor Actriz, y el Ariel de Plata a Mejor Música Original, un galardón otorgado al trabajo de Alejandro Giacomán junto con las composiciones de Joselo Rangel, interpretadas con la fuerza vocal de Julieta Venegas y Eugenia León.

Este diciembre, Quemar las naves seguirá proyectándose en la Cineteca Chapultepec, siendo la oportunidad perfecta para que los cinéfilos redescubran —o descubran, en el caso de los más jóvenes— un filme que no tiene edad, que no pasa de moda y que sigue tocando temas vigentes, valientes, profundos y disruptivos. La Cineteca abre sus puertas a este tipo de historias que no sólo se ven: se abrazan, se respiran, se habitan. Y Quemar las naves, veinte años después, todavía ilumina el camino de quienes deciden buscar su verdad, incluso cuando esa verdad exige dejar atrás lo conocido. Porque hay películas que arden, pero sólo unas pocas tienen la fuerza de acompañarnos mientras caminamos entre sus brasas.

Texto y fotos: Alma Olivares

admin

Soy el mero mero que le pone sabor a tus chilaquiles, el tamal de tu torta, la pasta de tu cepillo de dientes, la machaca de tu huevo, soy el gaio y cuando canto sale pura neta. Lo que quiero decir es que soy la voz oficial de este lugar y espero lean mis palabras. Informo de todo un poco. Queremos verte diario por aquí.

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