Ponle Play: discos nuevos de Rosalía, Stereolab y Joanne Robertson

Ponle Play

Rosalía – Lux

A la española se le da muy bien la ambición y las ganas de llevar todo al límite y ahora se da gusto convirtiendo sus ansias de reunir divinidad y música para crear una exageración de arreglos instrumentales Y darle al pop una cara luminosa que se aproxima al barroco.

Y decimos se aproxima porque en realidad es más cercano a lo gótico, ya que hablamos de referencias religiosas, porque explora los recovecos menos luminosos del pop en lo que se crea una suerte de opereta de santas que pretenden que la música les salve ante dudas y problemas.

Sus influencias son notorias, no las esconde y es gran parte del atractivo de la española, que quizás exagera con la cantidad de idiomas en los que construye esa metáfora sobre la torre de Babel, pero que definitivamente encanta porque es de extrema importancia que una figura del mainstream de su tamaño demuestre que se puede explotar todo y reinventarse a cada entrega, al menos en lo temático.

Stereolab – Instant Holograms on Metal Film

Tras 15 años sin sacar nada nuevo era impensable que volvieran sin explorar todas las inquietudes que albergaron durante tanto tiempo, de ahí que propongan una fusión desafiante y juguetona, pero con el sello particular barroco melancólico que les ha acompañado desde siempre.

Es la banda recargada, mordaz y en un formato mucho más extraño que nunca, e incluso fuera de este mundo, para abordar sus acostumbrados temas.

Las transiciones siguen siendo complejas, aunque se dan la oportunidad de fluir con tremenda gracia en muchas piezas.

Joanne Robertson – Blurrr

La soledad suena hermosa con su combinación de guitarras y violonchelos, muy lejos de la idea general de que forzosamente tiene que padecerse.

Es una versión lo-fi de como suena la comunión con uno mismo, en cualquier rincón del mundo, pues cuando ese vínculo entre nosotros y nuestros yos más trascendentales no es necesario nada más para sentir paz.

Y aunque las letras no son del todo claras, no importa, porque el vehículo para viajar es más la música; la lírica aparece como un complemento, más como un algo que se cuela por ahí mientras pinta con notas un espacio que se nos presenta cálido y armónico.

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