Imágenes tomadas de la página de Facebook de "Un gallo con muchos huevos".

Un gallo con muchos huevos: entre la historia de siempre y un paso adelante

En cuestión de animación, México se ha tomado bastante tiempo para poder competir con otros países. No es que los productos presentados carezcan de talento, pero las diferencias son notorias. Por eso, esfuerzos como Un gallo con muchos huevos hay que aplaudirlos.

Un gallo con muchos huevos es el intento de animación mexicana en CGI más completo en los últimos años. Si bien hay una historia bastante vista y un tratamiento muy convencional en el andar de un héroe inseguro que debe encontrar su fuerza interna, lo que se consigue en el aspecto visual es notable.

Gabriel y Rodolfo Riva Palacio consiguen con su trilogía completar un círculo que parecía lejano: el de llevar la animación mexicana a un nuevo nivel.

Hace más de 10 años irrumpieron en las nacientes redes sociales con un grupo de huevos animados que gustaban de decir leperadas y nos hicieron reír por la libertad y desparpajo con el que reflejaban el jolgorio mexicano, gracias a la nula censura en internet.

Llegaron entonces a la pantalla grande con una película con mucha enjundia pero con una idea que no bastaba para mantenernos atentos más de media hora. El largometraje es algo que requiere de un tratamiento diferente a clips de 5 minutos.

Sin embargo, no desistieron en sus ganas de llevar sus huevos por otros rumbos y luego de 4 años de trabajo, la tercera parte de esos exitosos productos ven la luz en el cine y en 3D.

Seamos honestos: no es un prodigio, pero sí un paso importante y muestran el camino para aquellos que pretenden hacer cine de animación comercial.

El detalle es que estamos de nuevo ante una historia frágil pero entusiasta y que no necesita de mucho para conquistar al espectador más joven, aunque ello no es suficiente para darle al público adolescente y adulto más allá de entretenimiento.

No se trata de buscar productos complejos, muy rebuscados intelectualmente o que todo se reduzca a ponerse serios. Pero si se pretende que la industria de la animación comercial mexicana sea sólida, todo tipo de productos tendrían que competir.

Un gallo con muchos huevos tiene muchos momentos simpáticos, se agradecen las multireferencias cinematográficas, sobre todo las vinculadas con la industria estadounidense, pero no bastan para completar con éxito la trama del sujeto desconfiado que buscará salvar el día aunque primero deba vencer sus miedos.

En ese aspecto, es repetitiva, simple y trata con numerosos gags de tejer un hilo argumental. Ahora ¿resultará tediosa para los fanáticos y consumidores de los productos de huevocartoon? ¡Por supuesto que no! Por algo llevan más de una década en el mercada arrancando risas por sus irreverencias y su lenguaje prosaico.

Vemos lo mismo de siempre en ese apartado, pero hay una puerta abierta, la oportunidad de hacer cintas decorosas en un futuro que ya no se vislumbra lejano. El camino está trazado, no sólo por los Riva Palacio, pues otras tantas productoras han aportado mucho más que un grano de arena -de película en este caso-, pero vaya que este par ha sabido sacarle provecho.

Sabemos, por el boom de la animación -de todo tipo- en el mundo que se pueden combinar historias de enorme calidad con acabados visuales de antología. México va a paso lento, pero avanzando.

Un gallo con muchos huevos (2015)

Dirección y guión: Gabriel Riva Palacio Alatriste.
Voces: Bruno Bichir, Carlos Espejel, Angélica Vale, Sergio Sendel, Omar Chaparro.
Fotografía: Aldo Cruz.
Edición: Daniel Othón M. Gallardo.

 

*Artículo publicado en Azteca Noticias: http://www.aztecanoticias.com.mx/notas/entretenimiento/229545/un-gallo-con-muchos-huevos-valiente-esfuerzo-y-dosis-de-lo-mismo

Juárez Góngora

Es orgullosamente yucateco. Egresado de la licenciatura en Periodismo en un colegio de la tierra del panucho y el salbut. Le dio por conocer varias zonas del país hasta que se avecindó en la Ciudad de México, donde se dedica a hacer textos para el mundo del internet. Amante de la literatura, melómano, pero primordialmente cinéfilo, de niño repasó películas en formato Betacam una y otra vez, hasta que finalmente, un buen día, fue al cine y de ahí no pudo salir.

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