Imagen: Britnoise.

Ponle play: discos nuevos de Hibou, IZAL y Moby

Ponle play

 

Hibou

Un disco con mucha carga ochentera. Y el pretexto para los de Seattle es esta vuelta a la infancia o juventud, tan explotada hoy día. La nostalgia está garantizada, aunque no sean más que reminiscencias.

La banda, evidentemente, busca un lugar feliz ante los problemas que llegaron a sus vidas tras dejar el anonimato con su álbum debut. Para este segundo largo, se acercaron a sonidos cálidos y propios del dream pop, haciendo a un lado tonalidades un tanto más experimentales.

Un trabajo de purga con mucho colorido.

 

IZAL

Los de Madrid también andan en ese rollo de usar la música como terapia y hacen una exploración profunda de sus alcances tras convertirse en un fenómeno capaz de llenar estadios y volver loca a la fanaticada indie.

Pese a las inyecciones sinfónicas y el uso de ciertos ritmos latinoamericanos, el experimento no alcanza niveles notables, pero sí deja ver que tienen un estilo ultra definido que ofrece sus mejores versiones cuando entran en el juego de las texturas y las variaciones vocales.

Eso sí, no dejan de lanzar esas “piedras” a las juventudes que se asumen desdichadas pero no quieren dejar el ciberespacio para sentirse mejor. Su manejo de las realidades es envidiable.

 

Moby

Parece que mientras más viejo, más ácido. Con los guitarrazos de “More Fast Songs About the Apocalypse” nos dejó claro que está enojado, y ahora Richard Melville Hall no necesita tanta ira para reiterar su desencanto por la humanidad.

Y más que un canto a quienes piensan como él, el disco funciona más como un monólogo interno, como un trabajo de reflexión que con cuerdas suaves y melodías melancólicas sigue cuestionando el clima apocalíptico que enfrentamos a diario.

Sí, hay muchos momentos de la “electrónica tradicional” de Moby, pero la sutileza de sus piezas más calmas son las de mejor acabado en este nuevo largo.

 

Juárez Góngora

Es orgullosamente yucateco. Egresado de la licenciatura en Periodismo en un colegio de la tierra del panucho y el salbut. Le dio por conocer varias zonas del país hasta que se avecindó en la Ciudad de México, donde se dedica a hacer textos para el mundo del internet. Amante de la literatura, melómano, pero primordialmente cinéfilo, de niño repasó películas en formato Betacam una y otra vez, hasta que finalmente, un buen día, fue al cine y de ahí no pudo salir.

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