¡Mamá, mamá, el payaso! o esos productos del entretenimiento donde el payaso es el rey

 

No he visto el remake de “Eso”. Aún.

Pero sí iré al cine al que más confianza le tengo, compraré mi boleto, palomitas combinadas y elegiré el asiento más alejado de adolescentes risueños.

Estoy consciente que desde el anuncio de su producción hasta hoy, fecha de su estreno, ha levantado ámpula, como siempre ocurre cuando se filman nuevas versiones de clásicos del mainstream o películas de culto.

Y como no la he visto, no puedo emitir ningún tipo de opinión. No sé si es “basura”, “si la anterior versión estaba mejor”, “si Pennywise está muy frentón”, “Stephen King sólo piensa en dinero”, “Que prefiero el libro”, “El payaso ni da miedo” como he leído y escuchado por allá. Así que hoy quisiera escribir por qué rayos y centellas nos dan miedo los payasos.

Los expertos en el tema de salud mental lo llaman coulrofobia: fobia o miedo irracional a los payasos y a los mimos, presentándose en niños, jóvenes y en casos especiales (cada vez más frecuentes) en adultos. Ese temor puede ser causado por una experiencia negativa con los personajes o como resultado del imaginario creado por las películas, libros, series de televisión, etcétera.

Por supuesto, el asesino serial John Wayne Gacy, quien en sus momentos malos mató de la manera más cruel a miles de jóvenes, mientras que en sus instantes buenos, sedado con té de naranja, clonazepam y llorazepam entretenía a pequeños con su personaje “Pogo, el payaso”, también tuvo mucho que ver en la creación de este imaginario colectivo.

La miniserie original de “Eso” estrenada en 1990, la vi en la comodidad de mi hogar, en formato VHS, con un ojo cerrado y el otro al garabato por el miedo. Recuerdo los dientes de Pennywise (encarnado por Tim Curry) y la angustia que mantuve durante todo el filme porque el pequeño George jamás apareció después de ser (¿raptado? ¿devorado?) por el villano, en una clara referencia- que años después entendí- al abuso infantil.

Tampoco olvido que en ese momento no comprendí el final y me sentí muy decepcionada. Repito, tiempo después entendí por qué.


Conozco personas adultos, cercanas a la cincuentena que manifiestan claramente su temor a los payasos. Huyen discretamente y prefieren mantenerlos lejos de sus vidas. Personalmente, no me causan temor alguno, excepto cuando se suben a los autobuses urbanos y quieren que seas su patiño o en las ferias donde prácticamente te obligan a participar cuando tu talento escénico siempre se ha limitado a recitar “Margarita, está linda la mar” en voz baja y con ademanes que simulan batir chocolate.

Y bueno, de payasos y payasas existen cientos de filmes. Desde sarcásticos como la mexicana “Al filo del terror” (1989), la estadounidense “Killer Clowns of outer space” (1988), el capitán Spaulding en “The house of 1000 corpses” (2003), “100 tears” (2007) y dos que me gustan muchísimo y recomiendo a quienes disfruten del humor negro, sin sentido y asesinatos originales: “Clown” (2014) y “Stitches” (2012). Esta última, con un humor irlandés-británico que le brinda una ambientación totalmente disfrutable y regocijante.

Mención aparte merece “Clownhouse“, de Víctor Salva, filmada en 1989 y cuyos méritos fueron opacados porque el deleznable abuso de uno de los jóvenes actores protagonistas y grabó el deplorable acto.


Más reciente, con la llegada de “American Horror Story”, conocimos a “Twisty”, que nos llevó del miedo a “ayyy, me lo quiero llevar a mi casa para darle amor y comida”. En mi opinión, un persona fascinante y que si fue pensado para ser secundario, ya se volvió parte de la cultura popular.

Así, aunque algunos medios de comunicación se afanen en presentar a los payasos como villanos, existen figuras entrañables y divertidas como “Bozo” (que a mí no me gusta y se me hace bien…. producto Evenflo……pero bueno) y Fizbo, el alter ego del personaje Cameron Tucker de la serie de televisión “Modern Family”. En mi opinión, Fizbo es el payaso que el mundo estaba esperando.

Como en todo, no podemos juzgar algo sin conocerlo primero (aunque hay quienes defienden que sí, lo que es válido también). Mi recomendación es ver la nueva versión de “Eso”, no tomarlo tan a pecho, divertirse y seguir disfrutando de lo maravilloso y tornadizo del género del horror.

María del Mar Boeta

Quiere un muñeco tamaño real de Chucky el Muñeco Diabólico. Piensa pagarlo con sueldos de reportera, historiadora y Copy Writer. Escribe bien bonito para el proyecto rock-musical-psicodélico Malosa Mami.

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