Las horas más oscuras: la atormentada mirada de Churchill

 

En Hollywood adoran las transformaciones físicas. Y la verdad es que nosotros también. Pero no hay nada como la conversión de un actor como punto de partida para abordar psicológicamente la tormenta interior. Y eso es lo que consiguen Joe Wright con Gary Oldman en “Las horas más oscuras“.

El episodio es conocido por todos (o la mayoría): ante el avance de las tropas alemanas y la caída de países como Holanda, Bélgica y Francia, Reino Unido se enfrenta a la disyuntiva de hacer frente a la ofensiva nazi o pactar con Hitler y Musolini para que los británicos no corrieran la suerte de otras naciones durante la Segunda Guerra Mundial.

Pero más allá del pasaje histórico, su recreación y la interpretación libre de las experiencias previas a la decisión del primer ministro británico Winston Churchill de decirle “no” al Eje, “Las horas más oscuras” sobresale por la habilidad de Wright y Oldman para partir de modificaciones físicas para explorar la mente y el sentir del conocido estadista.

El filme, impregnado de clarocursos, nos muestra al político días antes de su nombramiento como primer ministro británico hasta el momento en que decide el rescate de las tropas inglesas de la playa de Dunkerque. La iluminación juega un papel preponderante, permitiendo apreciar al Churchill más vivaz cuando se encuentra en escenarios coloridos y con tonos cálidos, contra los momentos de reflexión y angustia representados en espacios ocres y bañados de penumbra.

La cinta está construida para el lucimiento pleno de Oldman. Su éxito reside en la habilidad camaleónica del londinense para explorar la mente de un personaje histórico tan complejo, humanizarlo y arrojarlo a la audiencia con todas las virtudes y defectos que se dice fueron su sello personal.

Sin embargo, Wright no evita la fórmula de la biopic de bajo riesgo. Se atreve a relajar tanta tensión con la inocencia abrumadora de Elizabeth Layton (Lily James) y ocasionales bromas que revelan la necesidad del mandamás británico de un respiro, pero peca de convencional.

Esta simplicidad no comulga con el titánico trabajo para la construcción de Churchill. Parece que todos los esfuerzos se enfocaron en construir al “mounstro” y descuidaron los detalles finos, lo que queda detrás. Tanto que a ratos parece una clase de moral ante un hecho conocido y, por lo tanto, al que estamos predispuestos.

No hay mucho que buscarle: hay un sólo show en esta montaje, y ese es Gary Oldman, nadie ni nada más.

Considerando que más de una decena de actores de renombre han interpretado a Churchill en cine y televisión, Oldman logra lo que pocos: ofrecernos a un tipo compasivo, analítico, invadido de miedo ante los horrores de la guerra y, por consiguiente, compasivo ante el futuro de su nación.

 

Dirección: Joe Wright.
Guión: Anthony McCarten.
Reparto: Gary Oldman, Lily James, Kistin Scott Thomas, Ben Mendelsohn, Stephen Dillane.
Edición: Valerio Bonelli.
Fotografía: Bruno Delbonell.

Juárez Góngora

Es orgullosamente yucateco. Egresado de la licenciatura en Periodismo en un colegio de la tierra del panucho y el salbut. Le dio por conocer varias zonas del país hasta que se avecindó en la Ciudad de México, donde se dedica a hacer textos para el mundo del internet. Amante de la literatura, melómano, pero primordialmente cinéfilo, de niño repasó películas en formato Betacam una y otra vez, hasta que finalmente, un buen día, fue al cine y de ahí no pudo salir.

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