La chica del tren o cuando la borrachera invade la narrativa

Cuando una cinta debe de sostenerse por el misterio creado previo al desvelamiento del mismo, hay que ser muy finos e inteligentes para acomodar las piezas de tal forma que los giros de tuerca sean atractivos y no se pierda el interés del espectador a mitad del filme. “La chica del tren” podrá ser un texto trepidante que no dé respiro al lector, pero su adaptación al cine es predecible, no inquieta y, pero aún, cansa.

la chica del tren

Tate Taylor sabe retratar las historias de los suburbios, sumergirse en los rincones de esa supuesta vida idílica y exhibir los espacios sucios que no se muestran. Lo hizo antes con “Historias cruzadas” en un trabajo que no se quedó en la media gracias a un pulido trabajo actoral. Y le pasa de nuevo.

La chica del tren

Rachel Watson (Emily Blunt) es una mujer sumida en una profunda depresión luego de su divorcio. Rememorando esos días felices acostumbra ver desde el asiento de un tren ese lugar que solía llamar hogar y a los vecinos con quienes alguna vez pudo coincidir. Pero, su alcoholismo y los black outs recurrentes le llevarán a involucrarse en un asesinato y el truco del filme es descubrir hasta dónde ha sido cómplice, espectador o responsable.

Con su actuación, Blunt permite que la cinta no se vaya al caño en su totalidad, porque ante tanto engaño, hay poco espacio para la exploración de los personajes secundarios, colocados estrategicamente como piezas de rompecabezas. Y ese es el problema: son pedazos, no se les explora más que de modo superficial.

Hay un ir y venir de recuerdos de estas tres mujeres relacionadas con los mismo tres hombres de algún modo. Es como un juego de las sillas, pero cada intención, cada rostro, está cubierto con un velo de misterio, salvo la heroína, quien no desnuda el alma por completo porque es incapaz ante tanto alcohol en su cerebro.

la chica del tren

Si la idea era que las lagunas mentales de la protagonista se vieran reflejadas en los huecos argumentales del guión ¡felicidades! lo lograron. Evidentemente no es así, porque lo que se percibe es un intento de convertirnos en vouyeristas al mismo nivel que el personaje de Blunt, jugar el rol del detective y en el inter descubrir los propios demonios y mentiras que el matrimonio perfecto encierra.

El primer acto es una confusión total, pero no pesa, porque como introducción es envolvente. Lo que falla es cuando llegamos a más de la mitad de la película queriendo forzar un secreto que es más claro que el agua. De nuevo, no es una cuestión de inteligencia, no se trata de ver quién adivina primero de qué se trata, sino de un montaje sucio que por encima del desarrollo de personajes busca intrigar y termina estropeándolo todo.

la chica del tren

No conozco el libro, ni siquiera sé de qué va su tapa. Hay mucho lectores que hablan maravillas de él, como suele ocurrir con los bests sellers, pero entonces hemos de asumir que “La chica del tren” se trata de una adaptación pobre ante la falta de pericia de Taylor y su equipo para presentar en pantalla algo más que un thriller mezclado con melodrama que da la sensación de estar viendo verdades a medias. Para cuando el acto final se presenta lo último que queremos es quedar igual de borrachos que Rachel y pensar que debimos ocupar el tiempo en otra actividad.

The girl on the train (2016)

Director: Tate Taylor.
Guión: Erin Cressida Wilson.
Protagonistas: Emily Blunt, Haley Bennett, Rebecca Ferguson, Justin Theroux, Luke Evans, Edgar Ramírez.
Fotografía: Charlotte Bruus Christensen.
Edición: Andrew Buckland, Michael McCusker.

 

*Texto publicado en Azteca Noticias.

*Imágenes tomas del sitio oficial de “The girl on the train”.

Juárez Góngora

Es orgullosamente yucateco. Egresado de la licenciatura en Periodismo en un colegio de la tierra del panucho y el salbut. Le dio por conocer varias zonas del país hasta que se avecindó en la Ciudad de México, donde se dedica a hacer textos para el mundo del internet. Amante de la literatura, melómano, pero primordialmente cinéfilo, de niño repasó películas en formato Betacam una y otra vez, hasta que finalmente, un buen día, fue al cine y de ahí no pudo salir.

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