El terrible nacimiento del bebé diabólico. Segunda parte

El bebé está en casa

Quisieron llamar a la policía, al psiquiátrico, a sus pastores, sacerdotes. ¡Ay! siempre pasa lo mismo con esta sociedad en la que vivimos, cuando nos enfrentamos con algo diferente y que se sale de rutina nos paralizamos o nos gana el horror y enseguida pedimos ayuda a quien sea o en lo que creamos. ¿Qué cobardes somos, verdad?

En fin, el miedo les ganó a los doctores porque los silbidos de mi pequeñito se hacían cada vez más fuertes. Generalmente cuando nace un bebecito todos esperan el llanto ¿no? La tradicional nalgadita, el llanto, las lágrimas de emoción de mamá y papá, pero mi nené estaba silbando. ¿Ya vieron el sonido que los gatos hacen cuando van a pelear o algo les asusta? Más o menos lo mismo: Faaa… faaaa…

Sinceramente a mí se me hizo muy tierno y me sentí francamente ofendida que todos los integrantes de una sala de parto lo percibieran como algo terrorífico. En ese momento entendí a las mamás que se ofenden cuando algún o alguna metiche les dice: ¡Ay, tenía que salir con esas cejitas tan peluditas! ¡¿Qué demonios tienen que opinar?! ¡Es un recién nacido que no se puede defender!

Bueno, más bien, creo que al ver sus uñitas (un poco más largas de lo común, amarillentas, afiladas) les pudo más y por eso se alejaron, dejándome sola en la tina. Mejor, así no estorbaron cuando regresó el papá y me apuró para irnos. Bendita adrenalina, si tenía algún dolor se me olvidó porque lo único que queríamos era abandonar el lugar e irnos los tres, la familia, MI FAMILIA, al hogar.

No recuerdo nada del trayecto a casa. El bebé seguía silbando- “Faaa… faaaa”- pero no guardo memoria de alguna palabra entre el papá y yo. A veces no es necesario hablar para que dos personas entiendan el mensaje.

Imagen: larkinandcatcher.co.uk

 

Los tres ya estamos en casa. El bebé está en su cunita de color rosa-fucsia-morado (me habían dicho que sería niña-¿no que los ultrasonidos eran efectivos?-) pero no importa, lo importante es que descanse o al menos eso intenté que hiciera aunque parecía imposible. Quise acostarlo, cantarle, acariciarlo para que durmiera …

El papá estaba conmigo en el cuarto de nuestro hijo, sentado en la mecedora que compró a pagos para que en las mañanas, tardes, yo pudiera sentarme a darle de comer a nuestros hijos. Supongo que el agotamiento lo venció porque sus ronquidos me hicieron levantar la vista de mi bebé para voltearlo a ver. Dormía y pensaba dejarlo dormir hasta que el timbre de los celulares se combinó con el de la puerta de la casa, insistentes. Luego empezaron los gritos y golpes en las ventanas.

Empujar gente, golpearla, manejar a toda velocidad, es muy agotador. Permítanme. ¡Mi bebé es muy inteligente! Está junto a mí ahora, se muerde la boca. Creo que tiene hambre. Después nos vemos.

*La autora del artículo propone que para una mejor experiencia reproduzca el siguiente clip para que escuche la música al tiempo que hace su lectura. Disfrútelo.

María del Mar Boeta

Quiere un muñeco tamaño real de Chucky el Muñeco Diabólico. Piensa pagarlo con sueldos de reportera, historiadora y Copy Writer. Escribe bien bonito para el proyecto rock-musical-psicodélico Malosa Mami.

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