Foto: AP.

El DT del Tri que todos llevamos dentro

Antes que nada y primero que todo quiere aclarar algo: no me gusta el futbol. Sé que les carcomía la duda y llevan semanas sin dormir por ello.

 

Bueno, hoy los llevo a la luz: No me gusta el futbol. Sin embargo, aunque quiera, no puedo evitar ser ajena a lo que sucede en ese deporte porque elegí como residencia un país de aficionados que viven la intensidad del fuuuuuuuuuuuuuutbol y porque en mi labor como editora de noticias a veces tengo que leer notas como: “Chicharito mete gol y lo adoran, Chicharito no mete gol y lo odian”, “Maradona opina hoy de esto y lo otro”, “Maradona quiere ser presidente de todo” o “ A Blatter ya se lo llevó la tostada y quiere llorar, quiere llorar”.

 

En fin, sé qué pasa pero no soy fan. Mi padre no se perdía DeporTV y ve los partidos de futbol, pero siempre tranquilito, sentadito y sin gritos. Jamás que vista con la camisa de algún equipo y sólo una vez escuché que mencionara no gratamente a la progenitora de no sé qué jugador en un partido del sub17. Una única vez en mis 37 años de vida.

Mi esposo tiene un equipo de preferencia pero jamás ve los partidos o muy de vez en cuando y mis hermanas prefieren el béisbol y mi sobrino el fútbol americano, así que no estoy en un entorno que adore el “soccer”. En todo caso, disfruto el rugby aunque no entienda mucho.

 

Pero no vivo en piedra, tengo amigos, amigas y colegas que son fanáticos de hueso colorado y gracias a ellos me di cuenta de algo: La gran mayoría tiene las aptitudes para ser director técnico de la Selección Nacional, o del América, de Chivas, de Atlas, de Pumas o de Santos o del equipo de su colonia.

 

Cuando hay algún partido en especial, ya sea en las redes sociales o si dan chance en el centro laboral de un descanso para disfrutar del encuentro deportivo, escucho expresiones como: “AHHHHH que la canción, yo habría puesto a Chucho de defensa en lugar de Chicho, Chicho tiene mejor pierna. Ah, ahí está, se los diiiije, se los dije, Chucho es un (aquí una grosería) pero no habría pasado si Chicho estuviera en la defensa”. Luego gritan, dicen una serie de lisuras que sacan la cerilla de los oídos y en el peor de los casos, lloran.

 

“Si tan sólo Chicho…. Chicho se hubiera quedado en la defensa, mi equipo habría ganado”, suele ser el lamento con el que termina el momento eufórico.

Escribo todo lo anterior no a manera de burla, sino de análisis, porque sé perfectamente que el futbol es parte importante de la idiosincrasia del mexicano. Y lo que quiero hacer notar es que parece que todos saben perfectamente qué es lo que deben hacer los directores técnicos de sus equipos y el del Tri, están seguros cuál es la alineación correcta y mueven cielo, mar y montañas para sacar al DT cuando no está rindiendo -para esa si hay unión mexicana y se logran resultados con el poder de la gente ¿eh?-.

 

En fin, aunque los intelectuales sean detractores de la enajenación que a veces suele causar el futbol en México -yo en el pasado, una simple mortal, también rezongaba en contra del balompié- al fin y al cabo es entretenimiento, un gusto, una pasión. Y como todo en la vida, si permitimos que nos domine el fanatismo no puede tener un final positivo. Lo importante es que todo gusto te deje una sonrisa en el rostro y en el peor de los casos, lágrimas, si tu equipo pierde.

 

Artículo publicado en conacento.com.mx

María del Mar Boeta

Quiere un muñeco tamaño real de Chucky el Muñeco Diabólico. Piensa pagarlo con sueldos de reportera, historiadora y Copy Writer. Escribe bien bonito para el proyecto rock-musical-psicodélico Malosa Mami.

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